Albert Hirschman fue un gran pensador moderno de la teoría del desarrollo económico, quien construyó sus principales tesis a partir de intensas experiencias de vida en diferentes lugares del mundo, participó en el diseño del Plan Marshall y en Colombia fue asesor del Gobierno Nacional en la década de 1950.

Entre muchos de sus aportes se destaca el análisis que realizó sobre la importancia de los grandes proyectos para el desarrollo de los países y la necesidad de tener una visión amplia en el momento de evaluarlos, es decir, tener la capacidad de ver los efectos colaterales positivos.

Desde esta visión, los proyectos de infraestructura van más allá de las obras que se logran construir, pues tienen la capacidad de cambiar el comportamiento de las personas, moldear la actividad económica de un país e incluso transformar las instituciones. En este sentido, resulta relevante evaluar el papel del programa de carreteras 4G en el desarrollo económico, más allá de los 1.300 kilómetros de dobles calzadas y los 271 kilómetros de puentes y túneles.

Con la construcción de las 30 carreteras del programa de cuarta generación se están generando más de 46.029 empleos directos, sin contar la mano de obra que requirió la modernización de los 16 aeropuertos a cargo de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y las obras que privados han realizado en 59 puertos. Adicional a los empleos directos, se prevé la creación de 690.000 empleos indirectos y un efecto directo sobre PIB de largo plazo del 5%.

La posibilidad de acortar distancias en un país atravesado por montañas y ríos es oportunidad de unir al país y transformar el aparato productivo. En promedio, una vez entren en operación, se reducirán los tiempos de recorrido entre las principales ciudades, centros productivos y puertos en 30%.

Estos proyectos también ejemplifican la capacidad de transformar las instituciones, que el mismo Hirschman había identificado. El programa de 4G no solo ha venido acompañado de la creación y fortalecimiento de la ANI, la cual es hoy reconocida internacionalmente como una de las mejores agencias latinoamericanas de APP; también se tramitaron leyes y se fortalecieron entidades que hoy permiten trabajar en la mayoría de los proyectos: el 100% de las consultas previas está protocolizado y el 76% de las licencias ambientales requeridas ya está tramitado.

Al ser un programa basado en el esquema de concesiones de largo plazo, ha sido necesario movilizar nuevas fuentes de financiación y atraer nuevos jugadores, pues la banca nacional no tenía la capacidad de absorber por sí solo las necesidades de un programa de tan amplia escala. Para ello, se logró capitalizar la FDN, se crearon nuevos fondos de deuda enfocados en infraestructura y se impulsó la emisión de bonos en el exterior.

Por supuesto, un programa tan grande y ambicioso, enfrenta contratiempos y dificultades, pero son estos retos, como decía Hirschman, los que le permiten a un país avanzar, madurar y fortalecerse. Los obstáculos que han aparecido han exigido ajustes en el camino, pero también han demostrado que la apuesta de la infraestructura fue bien concebida y ya arroja resultados. En 2017 la inversión privada en infraestructura superó los $7 billones, hoy 19 proyectos carreteros están en construcción y este año quedarán estructurados otros 13.

Para Hirschman todo país debe ser capaz de superar el temor a embarcarse en grandes proyectos de transformación. Justo en estos momentos en que a los colombianos nos cuesta valorar los avances que hemos tenido en diferentes frentes, la infraestructura es una muestra tangible del salto que hemos dado y de lo que somos capaces de construir.