Los sistemas de infraestructura están sometidos a las exigencias impuestas por los fenómenos naturales extremos y las crecientes presiones socioeconómicas. Estas últimas se derivan, por ejemplo, del aumento de las exportaciones de bienes y servicios, y del crecimiento de la población, que también se asocia a problemas como el acceso a la vivienda y al saneamiento básico. Según el Informe sobre riesgos mundiales (World Risk Report) 2016, una infraestructura inadecuada aumenta la frecuencia de las pérdidas de vidas y bienes, así como el riesgo de que un fenómeno natural extremo se convierta en una catástrofe. Así, con frecuencia, el diseño y la gestión tradicionales de los sistemas de infraestructuras no han logrado satisfacer las expectativas de las partes interesadas. Los principales problemas surgen de las decisiones basadas en la suposición de que los sistemas son estáticos, en lugar de que cambian continuamente, y en la gestión de la incertidumbre.

Este documento presenta, en primer lugar, una propuesta conceptual que combina el pensamiento sistémico y la flexibilidad como pilares principales para facilitar que los sistemas respondan y cambien con el tiempo. El pensamiento sistémico reconoce la evolución dinámica de los sistemas y ayuda a comprender cómo interactúan los procesos y subprocesos a distintos niveles (es decir, la disposición jerárquica de los procesos). La flexibilidad, que es la capacidad de un sistema para responder o cambiar, es crucial para gestionar mejor los riesgos y las demandas variables, fomentando así la resiliencia ante las catástrofes y el cambio climático. Incorporar la flexibilidad al desarrollo de infraestructuras contribuye a mejorar la gestión de los acontecimientos previstos o imprevistos, aprovechar las oportunidades de inversión/negocio, reducir los posibles sobrecostos y gestionar las percepciones e intereses de las partes interesadas. Basándose en el marco conceptual, la segunda parte del documento presenta una propuesta para integrar estos conceptos en un modelo de infraestructura física y financiera.

El resultado de este modelo es un conjunto de políticas de gestión que permiten llevar a cabo las acciones que mejor reflejan los intereses de las partes interesadas. Las ideas conceptuales y el modelo propuesto se ilustran con dos ejemplos que muestran el valor de integrar el pensamiento sistémico y la flexibilidad en la gestión de infraestructuras a lo largo del tiempo.

https://link.springer.com/article/10.1007/s41062-023-01106-9